20.6.13

173# Abrazame Un Rato

Hay mil cosas que quiero hacer, pero siempre termino haciendo absolutamente cero. Después de una tarde con unos hermosos desastres, mirando las mariposas, el agua, la bella luna, comiendo demasiada comida, sintiendo la briza de verano, en fin, haciendo lo que queremos y luego de una profunda conversación conmigo misma, me di cuenta que la vida es maravillosa, que el amor es real, que todas esas mentiras no son relevantes y que nunca es muy tarde para volver a empezar. Considero que tengo suerte y que no soy más un extraño. No pueden detenernos. Ahora no tengo motivos para dormir todo el día y eso no es tan usual en mi. Esto no es solo una canción para un amigo, ¿Te llegó mi mensaje? Esto es la frase más indicada: LIVE HIGH!

172# Breaking it Up

Cuando nada resulta como uno espera, cuando todo empieza a desmoronarse, uno tiene dos opciones: Aceptar y prepararse para lo peor. O negar y justificar la situación. Dejé de entender qué pasaba a mi al rededor cuando decidí no ver lo que era inminente. Todo apuntaba al desenlace que al final se dio. Todas las señales, las palabras, las acciones. Todo. Todo portaba una flecha en la que, si se quería, se podía leer: «El final en aquella dirección».
En mi caso, quise evitar creer que lo que estaba pasando era el comienzo de un doloroso final. Incluso, cuando ya había concluido, decidí que lo mejor para mi era negarlo y continuar lo que ya no existía. Quizás nunca entienda por qué actué de esa manera. O quizás lo sé pero no quiero admitirlo.
 En un primer momento pensé que quién había movilizado las cosas para poner la situación en marcha hacia la recta final, había sido yo. Cada palabra, cada gesto, cada caricia habían estado equivocadas. Repasé en mi cabeza, oración por oración, hasta encontrar errores que no eran. Lloré mares y pedí disculpas por actos inexistentes.
Me encontré viviendo en una realidad alternativa. Y por alternativa quiero decir irreal. Pero estaba cómoda, por que parecía que esos perdones inventados y esas fallas que no eran, eran aceptados y, en cierto aspecto, mejoraban la situación, retrasando el proceso que derivaría en el cierre definitivo de, lo que una vez fue, mi mejor momento.
Los llantos y las discusiones se prolongaron en el tiempo y la intervención de terceros no se hizo esperar. ¿Qué puede hacer uno, a la distancia, para arreglar algo que, a la cercanía, se empecinan en deteriorar? Es como dar indicaciones por teléfono de cómo reparar un objeto, mientras está siendo destruido al mismo tiempo que se habla. Es prácticamente imposible, porque la llamada se corta y las palabras se las lleva el viento, mientras tanto, el resto insiste en romper.
Cuando llegó el momento del encuentro, las cosas no resultaron como esperadas y los malos entendidos y las discusiones no tardaron en nublar la memoria de los dos. Ya no había vuelta atrás. Lo que había entre los dos, estaba perdido. Quizás quedó aquel día en el aeropuerto cuando nos despedíamos por última vez. O quizás quedó olvidado en la habitación de alguien más. Sea cual fuere la razón, esa pareja enfrentada no era la misma.
El final llegó de la mano de esos terceros, aunque sé que fueron solo móviles. La culpa siempre será al mismo tiempo, de ambos y de ninguno. Quizás más de uno que de otro, pero es indistinto. ¿Qué cambia saber quién fue más responsable? ¿Qué puede modificar en el desenlace? Nada. Lo roto, roto está. Puede ser que pase por el resentimiento, pero al fin y al cabo, eso es opcional.
 Siempre fui de planificar acciones y desarrollarlas en mi cabeza una y otra vez, pero jamás tomé partido para llevarlas a cabo. Esta fue la excepción, porque estuve empecinada en prolongar lo más posible, sufriendo más de lo gozado, una relación que había dejado de serlo. Me esforcé, más que en recuperar lo que una vez fui, en pedir respuestas y explicaciones a hechos impulsivos. ¿Quién puede justificar un impulso? No es una justificación, no me malinterprete, no estoy ignorando el juicio de valor, sino que es algo que no se piensa, simplemente se quiere. En ese momento, su deseo era estar con alguien que no era yo. ¿Y qué explicación hay para eso? Y si la hubiera, ¿De qué me serviría conocerla? ¿Va a cambiar lo que pasó el saberlo? ¿Haría que mi tristeza se desvaneciera y que todo vuelva a ser como era antes? La respuesta a todas estas preguntas es un rotundo NO.
Hoy ya pasaron más de 6 meses desde que comenzó a terminar este proceso y un poco más de un mes desde su cierre definitivo. Quizás hay días que extraño todo lo que viví y todavía lo recuerdo con cierto cariño.
Recuerdo que cerca del final, decidimos mirar El Eterno Resplandor de una Mente Sin Recuerdos, mi película favorita, que vi incontables veces. La detuvo en un momento, solo para decirme «Sos Joel». Hipótesis que puede ser defendida, considerando que Clementine, lo borra de su memoria, y cuando Joel pretende hablarle, ella ya no lo recuerda.
¿Quieren adivinar? Así paso entre nosotros. Es el día de hoy, que camino frente a él y no lo nota. En su momento lo lloré, pero hoy en día pienso que el desenlace es directamente proporcional al comienzo. De golpe y a los tumbos. Y no quisiera que fuera de otra manera.