Y lloro. Solo me siento y las lagrimas correr por mis mejillas sin aparente explicación. ¿Fueron mis actitudes incorrectas? ¿Mis reacciones no premeditadas? ¿Mis arrebatos rebalsados de ira y bronca? ¿Mis respuestas innecesariamente hirientes?
Y entre todas estas preguntas, surge un interrogante tan válido como los otros. ¿Y si no soy yo? ¿Y si no fui yo el problema? ¿Y si sus actitudes son las que me llevan a detonar cual bomba de tiempo? ¿Y si sus respuestas son las que llevaron a cortar el cable equivocado? ¿Es este cortocircuito emociona culpa de un tercero? ¿Por qué tiene que ser mi responsabilidad siempre?
O quizás no es culpa de nadie. Cada uno creció. Maduramos a destiempo. O quizás no lo hicimos. Puede ser que cada uno, como dos plantas separadas por una reja, crecimos para diferentes lados. Lo que parecían dos margaritas mirando para el mismo lado, resultaron ser dos enredaderas que nunca se encontraban avanzando hacia el mismo lado, sino que se cruzaban de vez en cuando, cuando sus ramas desmedidas, erroneamente se rozaban.
Envejecimos, nos separamos... simplemente crecimos.
1 comment:
Voy a envejecer para renacer. Voy a envejecer para florecer.
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