Quizás es al contrario. Este nuevo mundo irrumpió en mi vida para marcarme. Alegrarme. Lastimarme. Sofocarme. Ventilarme. Distraerme. Abrumarme. Para hacerme más fuerte, debilitandome.
Es tarde para volver atrás - eso cualquiera lo sabe. Cada tanto necesito una bocanada de aire. Ahora más que nunca, que me siento en lo profundo de este mar. Me agobia. La presión que ejerce sobre mis hombros es casi insoportable. Cada tanto aparece alguien y me comparte de su oxígeno. Cuando ve que mis labios ya están azules. Cuando ve que mis movimientos son torpes e imprecisos. Lo ve en mis ojos. Lo nota, por que sabe de qué color son cuando lloro, cuando río, cuando oculto dolor y cuando guardo alegría. Por que me conoce. Me da fuerzas. Y gracias a ellos puedo volver a la superficie. Otros dirán que son solo piedras en mi camino. Dirán que tienen esas cosas. Pero solo me resta responder, que esas cosas que tienen son lo que los hacen persona. Y son esas personas, con esas cosas, las que quiero conmigo. Hoy. Mañana. Siempre. Y al final de todo, cuando vea mi vida pasar frente a mis ojos como una pelicula en Fast Foward, son las imágenes en las que ellos están, las que mi retina capte. El resto serán garabatos e imágenes difusas. Serán sus enseñanzas las que les pase a mis hijos. Serán sus palabras las que repita en su honor. Serán sus actitudes las que trataré de implementar a mi día a día. No digo que sean perfectos, pero en mí mundo, desde mí perspectiva, bajo mí critero, no son nada más que la forma humana de la perfección.
Gracias.
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